lunes, abril 25, 2005

Volviendo

Hace unos días leía en el blog de Rodrigo lo que sentía cuando su madre partía. Hoy me toca experimentar, al igual que muchas veces, la otra cara de ésta misma moneda: la partida de uno mismo. Por ahí decía un autor coterráneo, que el riojano es un hombre orgulloso de su tierra, que no esconde por más cosmopolita que sea el canto de su voz, la tonada, ni su orgullo por sus antepasados. Pues yo tengo mis raíces en esa tierra de roja arcilla, donde las hierbas, al igual que los hombres, crecen con dificultad. Allí es donde nací, donde voy a vivir y donde quiero que la muerte me alcance. Allí es donde deje en la noche helada del domingo a mi familia, con los ojos vidriados del frió y la nostalgia. En mi Rioja querida quedo mi madre y sus sueños, mi hermana y su comprensión y cariño, mi novia y sus dolores. Tres mujeres de hierro y acero. Es lo que me traje, viajó conmigo por el asfalto mojado y de seguro permanecerá conmigo por un tiempo más. Entre todos hemos diseñado una puesta en escena cada vez que toca marcharme, nada de caras largas, nada de desesperación, todo sonrisas, besos y abrazos, es ya casi una rutina. Pero la verdad es que cada día me cuesta mas abandonar ese útero de cálido amor. Córdoba me recibe en soledad, y la Ituzaingó duerme mientras en mi mente todavía suenan las quenas, el charango y la guitarra de una ciudad que hoy despierta sin mí. Hasta el regreso mi Rioja querida.

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