miércoles, abril 20, 2005

Habemus Papam

San Pedro y el mundo vivieron un día especial. La misma plaza donde días entes se habían sembrado lágrimas, hoy cosecharía algarabías. Los ojos del mundo se posaron sobre una chimenea con un pequeño hilo de humo hibrido. De repente la señal se izo inconfundible, y el blanco lleno el cielo y las retinas hasta confundirse con las nubes. Dos alemanes plenos de amor nacionalista se abrasaron contra las vallas de seguridad, y el grito contenido de la multitud gano el cielo hasta hacerse eco en cada rincón del mudo… “Habemus Papam
El cardenal que entro al conclave como papable, finalmente salio Papa. Rompiendo así con el latiguillo de miles de periodistas apostados en las terrazas del Vaticano. Un hombre se asomo por el balcón y vestía como Papa, de ojos emocionados y gestos practicados por horas frente al espejo. Nada hubo de improvisado, el se había preparado en soledad durante mucho tiempo para esto.
Por ahora es solo un hombre de nombre Joseph Ratzinger, de ideas de derecha, un estudioso de la teología, un hombre de habilidad política sorprendente y de puño firme en sus ideas.
Pero para ser Benedicto XVI todavía falta. Solo su apego al camino del carpintero judío le podrá rebautizar, permitiéndole vivir más allá del tiempo en la mente de los católicos al igual que el papa viajero: Juan Pablo II, la cabeza de la iglesia católica, la pluma en la mano de Petro.

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