martes, mayo 31, 2005

Noemi Diaz Molina, mi madre

Hace 57 años en un día como éste pero en una Argentina distinta de galerías de tierra y colores sepia. El mundo esperaba la llegada de una leona cuando por sorpresa recibió una niña, allí en medio del monte en aquellas piezas de techos de ramas, el grito llego al alma emocionada del padre que con los ojos cerrados y húmedos parecía tragarse el nudo de la corbata hasta la misma garganta. La madre había cumplido su misión natural con esfuerzo y alegría había parido. Quizás por eso, por que el mismo universo confundió su nacimiento con el de una leona, es que su destino seria el de las luchas, nada para ella fue fácil, no había dinero, no había a la corta distancia los regazos que pudiesen arrumarla hasta la llegada del sueño.

Desde los 6 años ella abandono la calidez del hogar paterno para salir en busca de sus sueños de estudio, que en aquel momento tenían música de carrusel. Los años fueron ganando su piel y su cuerpo, en la secundaria catamarqueña, hasta que Córdoba la vio llegar echa toda una mujer. Experiencia de vida tenía ésta niña-mujer de 17 años, sabia de perseguir sueños, de carencias y esfuerzos. Y esta ciudad nueva y más grande no la verían bajar los brazos. Luego a los 22 años una persona la llamo por primera vez doctora, sus padres llegaron en el tren, con los huesos duros, desde la lejana Catamarca, para desaguarse en el salón de la universidad al verla recibir su sueño en papel. A partir de ahí, su vida fue la dedicación absoluta al ejercicio del sacerdocio de la medicina, fueron las primeras manos que varias generaciones de riojanos sintieron, no aquellas de las nalgadas, si no mas bien las mano salvadoras que quitaban de los hombros pequeños dolencias nativas. A los 27 años por primera vez sentiría en carne propia los dolores que tantas veces abría sufrido a la distancia en las salas de hospitales. Daría a luz la primera de sus esperanzas. Un año mas tarde y casi con el vientre aún en rojo, estallé yo.
Los años fueron pasando de reconocimiento, en reconocimiento, de condecoraciones a más títulos. Nada se callo de un árbol para ella, todo fue el fruto de sus siembras en el desierto.
Perdió a su compañero a los 48 años, en una trágica mañana de noviembre. Y allí la pollera si izo pantalón para enfrentar como hombre la tormenta de los años en el horizonte.
Mezcla de dureza y flexibilidad, de álamo y quebracho, de espada y pluma, ésta mujer a la que hoy llamo con orgullo mamá, dejo su impronta al fundar el servicio de adolescencia del hospital Riojano (una de sus paredes aún la recuerda), fue concejal por el departamento capital (su nombre esta en una placa a la entrada del concejo deliberante), fue distinguida con el premio a una de las mujeres del año en La Rioja, reconocida en la republica de los argentinos como una de las mejores profesionales en su área y mas reconocimientos que mi memoria hoy, no ayuda a escribir.
A mitad de su camino ella sigue estudiando, sigue perfeccionándose como persona, a quien lo más probable es que disguste este post, por que al igual que la espiga de trigo mientras mas crece más agacha su cabeza por la humildad.

¡Feliz Cumpleaños mamá!

No hay comentarios.: